INTRODUCCIÓN
La fertilización in vitro fue llevada a la práctica por primera vez en 1978, realizada por los doctores Robert Edwards y Patrick Steptoe en Inglaterra y con el nacimiento de Louise Brown; lo que la convierte en la técnica madre entre los tratamientos de fertilización asistida. Desde entonces, cientos de miles de bebés saludables han nacido gracias a su implementación. Sus creadores se basaron en la observación de que para lograr un embarazo no es suficiente que los óvulos de la mujer y los espermatozoides del hombre sean normales, sino que además es fundamental que estén dadas las condiciones para que se produzca con normalidad la unión entre ambos. Esta unión es, justamente, lo que se conoce como fertilización. Muchas veces los embarazos no llegan a concretarse por una obstrucción de las trompas de Falopio u otras fallas que dificultan o impiden esta parte del proceso.
La fertilización in vitro consiste en hacer que el óvulo y el espermatozoide se unan fuera del cuerpo de la mujer, en condiciones ideales de laboratorio que permiten un óptimo seguimiento del proceso. Alrededor del día 14 del ciclo menstrual, se recolecta uno o más óvulos y se los coloca en un recipiente de vidrio (vitro, en latín) junto con una cantidad suficiente de espermatozoides que se desplazan nadando por sus propios medios, exactamente de la misma forma en que lo harían en condiciones naturales. De esta manera, cada uno de los óvulos tratados queda en condiciones de ser penetrado por un espermatozoide. El resultado de estas uniones es uno o más embriones que serán transferidos a la cavidad uterina por medio de un catéter, en un procedimiento sencillo e incruento.
Gracias a esta técnica, algunas parejas que tienen muy baja probabilidad de lograr un embarazo espontáneo (no mayor al 1%, en muchos casos) aumentan sus expectativas de éxito hasta alcanzar un 25% de probabilidad de embarazo por cada intento. Esto las pone en coincidencia con los índices de embarazo natural de quienes no tienen problemas reproductivos, los cuales se ubican entre el 30% y el 40% por cada intento. Las probabilidades de éxito son acumulativas, de manera que en un tratamiento de fertilización in vitro constituido por tres intentos sucesivos, puede alcanzarse una tasa de embarazo superior al 80%. Los factores que más influyen en la variación de la tasa de embarazo son la edad de la mujer, la calidad de los óvulos recolectados, la calidad espermática, el origen de la infertilidad y el número de embriones transferidos.